Andrés (22 años)

En Bilbao llegué a dormir con 50 personas en una misma habitación. Al ser menor no tutelado, cuando cumplí 18 años tuve que salir del centro de menores de Santander en el que estaba. 
Estuve 4 noches en el albergue Princesa Letizia y a partir de ahí tres años viviendo en la calle, en distintos sitios abandonados de la ciudad. He tenido que hacer muchas cosas para sobrevivir. He tenido que robar alimentos, porque ha habido días que no tenía nada, pero nunca he robado una cartera o un móvil a una persona… La rutina de todos los días cuando estás en la calle es: ¿dónde voy a comer? ¿dónde voy a cenar? Y acostumbrarte a la visita diaria de la Policía cuando estás en un sitio abandonado, donde hay más gente como tú…
Supe de Nueva Vida a partir de la pandemia, cuando en el confinamiento me ofrecieron ir a un albergue de emergencia en el pueblo de Solórzano. La coordinadora de allí me dejó su contacto y ella me llamó después de unos días para hablarme de la casa de Nueva Vida en Renedo, que allí podía tener cama y comida y me podían ayudar. 
Al principio fue difícil, me costaba hablar y relacionarme con el resto de personas de la casa, pero me ayudaron mucho a aprender a leer y a escribir. Empecé a estar más en la casa y el tener que hablar con los demás me ayudó mucho a aprender el idioma. Y conocer a Adama fue un cambio para mí, digamos que me ayudó a centrarme. Poco a poco me solté y ya no siento la rabia que sentía al principio, era muy impulsivo, me enfadaba enseguida… 
Llevo año y medio trabajando a media jornada. Ahora mi objetivo es encontrar un trabajo a jornada completa, sacarme el carné de conducir y buscar una habitación más cómoda que en la que estoy ahora, porque no tengo lavadora ni cocina.
Yo intentó hablar con chicos que están en la misma situación en la que yo estaba hace unos años, en la calle, y les aconsejo para que traten de aprovechar la ayuda y la oportunidad de salir adelante.
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